Jose Luis Tolosa (Decano facultad Bellas Artes Pais Vasco)
Hacía unos cuantos años que no veía la pintura de Koldo Etxebarría cuando me vi sorprendido por su exposición en Bilbao en 2007. Recuerdo, como si fuera ahora, aquella impresión primera. Se creaba en el espacio de la sala una atmósfera de paz, de armonía y de silencio que era la misma que se desprendía de la contemplación de los cuadros.
Estoy siempre atento a esa primera impresión que permite captar lo esencial. Es importante tenerla presente porque precede a cualquier tipo de análisis y suele resumir la idea principal subyacente. Veía esta exposición como un hecho insólito en un contexto artístico en el que dominaba un tipo de pintura en la que prevalecía una cierta intención de expresión. En cierto sentido iba contra corriente porque no había efectos de pincelada ni de espesor de la materia, ni ningún otro artificio, que creara “ruido” en la superficie diáfana del cuadro.
Me recordaba a Magritte que tanto había oído criticar por algunos que decían: “eso no es pintura”. Magritte había utilizado los recursos más elementales de la pintura para conseguir significar con la imagen lo que pretendía. En ese sentido podía decirse que no había servido a la pintura sino que se había servido de la pintura.
Pasa algo parecido en lo que respecta a Koldo. Nos encontramos ante una pintura limpia, sin efectos, utilizando recursos simples para conseguir un espacio de meditación y de silencio. La economía de los medios sirve para poder decir, con lo mínimo, el máximo. Sitúa a los medios en su verdadera función que es la de conjugarse de manera adecuada para contribuir al significado final del cuadro.
Estos recursos, que son los de la pintura, son los que utiliza Koldo para realizar sus cuadros. De la pintura que recordaba de él a la que tenía delante, había un recorrido conceptual y técnico que debemos tener en cuenta. Existía un paso efectuado que va de la pintura que pone en juego sus medios tradicionales a la pintura realizada por ordenador.
En la primera era el pigmento y el procedimiento manual del pincel los que constituían la imagen mientras que en la segunda la imagen adquiría presencia en el pigmento que cubría la superficie impresa en el soporte. El hecho físico de la pintura, desde el punto de vista del resultado era el mismo. Cambiaba el medio técnico que la hacía posible.
Ese medio técnico era el ordenador y, en el resultado de la imagen impresa, podía ver los mismos elementos que siempre habían estado en la pintura de Koldo. Elementos que son los de su carácter y los de su identidad, los de una mística en su manera de enfocar la luz y el espacio: La construcción de un mundo interior en el que la luz de la representación es luz interior, en el que el espacio de la representación es espacio interior. La imagen no nos describe lo visible sino que nos conduce a un mundo interior, introspectivo Finalmente, lo que prevalece es el mundo interior en un tipo de representación que lo significa por medio de los recursos inherentes al lenguaje visual, porque la pintura de Koldo nos interroga sobre la función actual de la pintura dentro de lo que puede denominarse el lenguaje visual. El pintor ha dejado de ser el único productor de imágenes y debe definir su función y su espacio de actuación, más allá de la técnica, en un universo de la imagen plural y complejo.
El ordenador no es para él un simple instrumento técnico que facilita la realización de una idea preconcebida porque no es un instrumento de producción sino un medio de creación. Demuestra que se puede abordar la figuración de manera novedosa y, además, abre un camino en nuestra sociedad para la imagen por ordenador para expresar un mundo propio en el que el silencio y la poesía están presentes. La utilización del color contribuye a trascender una representación llevándola, más allá del realismo, hacia el imaginario. Koldo realiza un trayecto personal de calidad por un camino rico de encuentros con todos aquellos artistas que han plasmado en su práctica pictórica que se puede seguir profundizando hasta niveles insospechados, porque plantean las interrogaciones fundamentales que el individuo puede hacerse sobre su existencia y sobre el sentido de la misma.